Silencio ensordecedor y Olvido memorable


Un 52,64 % de la población uruguaya que acudió a las urnas ayer, prefiere el silencio. Que no se hable de los crímenes durante la dictadura militar (1973-1985). Que no se escuche a las familias de las víctimas. Que nadie mencione algo sobre los casi 200 detenidos y desaparecidos. Mucho menos tocar a sus victimarios.
Escogen olvidar. Y desconocen que olvidar significa elevadas probabilidades de repetir, sobre todo cuando se trata de un error.
En cambio, le dan voz y nos recuerdan la Ley de Caducidad, dictada durante la presidencia de Julio María Sanguinetti, en 1986. Bañó de impunidad a los criminales de guerra. Como si nada, nada, hubiera pasado.
No es la primera vez que la voz, tímida, de la conciencia uruguaya trató de finalizar esta vergüenza. El 16 de abril de 1989 se consiguió convocar un plebiscito para enterrar aquel paraíso legal. El tristemente famoso “voto amarillo”, impidió avanzar hacia la justicia y la verdad.
No faltará quien trate de recordarnos que aquello fue una guerra, que los guerrilleros también cometieron delitos, etc. Es cierto. Pero quien presenta ese fenómeno como justificación del golpe, es que no tiene ni idea de qué significa una democracia.
En un país organizado, vale la pena recordárselo a la mayoría de uruguayos, a los supuestos criminales se los sienta en un banquillo, con derecho a defensa, ante un juez y es éste quien sanciona.
Los miembros del movimiento tupamaro que cometieron crímenes debieron haber sido detenidos, juzgados y nada más. ¿Por qué un golpe de estado que sumergió al país en una crisis social y económica y además le privó de su libertad?
Que existan las FARC en Colombia, ETA en España, la Cosa Nostra en Italia, no significa que deba organizarse una dictadura para finalizar con esos movimientos criminales. A nadie se le ocurre semejante cosa, al menos hoy. De hecho, ni el franquismo ni el fascismo pudieron con ETA ni la mafia, respectivamente.

Hace 20 años, un 57 % de los votantes olvidó en el silencio a los desaparecidos.
Hoy, repitió la torpeza un 52 %.
Si se mantiene la progresión, tal vez en 10 años “solo” sean un 49,5 % los que elijan mantener la infamia.